Cómo el coronavirus nos está traumatizando y cómo sentirse mejor a pesar de la ansiedad y del miedo.
Antonieta Contreras, LCSW-R, CCTP, BCN
29 de marzo de 2020
Esta semana recibí una invitación para unirme a un programa de voluntariado que brinda tratamiento EMDR a profesionales médicos que están trabajando con pacientes con COVID-19 en este momento en la ciudad de NY. Inmediatamente me inscribí, entusiasmada con la idea de tener la oportunidad de ayudar a aliviar la traumatizaron en aquellos que están lidiando con pacientes críticos el día entero.
Mientras esperaba la primera llamada, se me ocurrió que la traumatización también puede estar ocurriéndole a muchos de nosotros, especialmente a aquellos en aislamiento que no tienen a nadie que los apoye emocionalmente.
En este momento todos estamos experimentamos miedo y ansiedad al saber que esta pandemia global pone en peligro nuestras vidas.
Soy parte del equipo de terapeutas responsables del Programa de Estudios de Trauma en el Instituto de Psicoterapia Contemporánea (ICP) en Manhattan. Nuestros terapeutas atienden semanalmente a cientos de clientes que sufren de TEPT Trastorno de Stress Postraumático) y/o trauma complejo. Sabemos por experiencia que las personas con traumas previos normalmente tienen menos resiliencia y sufren de desregulación emocional más fácilmente, y que son más susceptibles en este momento a desarrollar problemas. En este momento muchos ciudadanos no saben cómo manejar la cantidad de incertidumbre y el nivel de ansiedad que provoca esta situación.
Hay muchas historias que podrían usarse como ejemplos de la traumatización que esta ocurriendo fuera de los hospitales o en los hogares de los que están ya contagiados. Quiero compartir tres casos, primero para compartir su dolor, y segundo, para explicar gráficamente el proceso y la forma de para la traumatización y sus efectos a corto, mediano y largo plazo:
Lisa es una trabajadora sexual de Queens que mantiene a su hijo y a su madre que viven en el extranjero. No ha trabajado durante varias semanas, no porque no tenga clientes, sino porque tiene miedo de contraer COVID-19. Cada vez que lee las noticias padece tanto terror que piensa que posiblemente nunca vuelva a trabajar. Cuando Lisa tiene esos pensamientos, imagina que su madre y su hijo se infectan, y que ella no tiene suficiente dinero para pagar sus tratamientos. Se siente abrumada, desesperada y se paraliza.
Frank es un exitoso banquero de inversiones, el primer graduado universitario de su familia, casado y con tres hijos. Hace muy poco compró una casa en los suburbios y matriculó a sus hijos en una escuela privada. Ha estado extremadamente estresado durante las últimas tres semanas, porque sus decisiones hicieron que su empresa perdiera millones de dólares durante la crisis del mercado financiero actual. Sus inversiones personales se han reducido casi un 40%. Aunque sus hijos están en casa, no puede hacer que obedezcan de no salir a jugar con los vecinos. Frank se está volviendo intolerante, enfadoso, con falta de sueño y fuera de foco. Tiene pesadillas en dónde ve su casa embargada, ve a sus hijos avergonzados en la escuela por no poder pagar la colegiatura, y se ve enterrando a su esposa. Sus pesadillas son semejantes a algunas de las historias que lee o ve en las noticias.
Mary tiene 47 años y es madre de un bebe de 7 meses que nació prematuramente. Pasó años de su vida en tratamientos para poder quedar embarazada, y su salud se vio afectada por ello. Ahora no puede dejar de pensar en la muerte de su bebé por el virus, o en la vida de su bebé si ella muere. Mary ha estado evitando a su madre y a sus amigos últimamente, casi no come, y tampoco está durmiendo. Esta obsesionada pensando en formas en protegerse a sí misma y a su bebé, y llora en cuando escucha las noticias sobre cómo los gobiernos no protegen a los ciudadanos y los hospitales no se dan a basto. Se ha sentido tan deprimida que no tiene energía ni para cuidar a su bebé que llora sin cesar.
Estas tres personas ya presentan síntomas de TEPT. Su situación podría fácilmente agravarse y empeorar. De la misma manera que los veteranos sienten la guerra viva dentro de ellos incluso después de regresar a casa, los síntomas desarrollados durante la guerra contra el coronavirus podrían permanecer presentes en muchas vidas incluso después de que el coronavirus desaparezca o se controle. La hipervigilancia hará que muchos se sientan en peligro durante mucho tiempo por una serie de otras razones, porque la traumatización no les permitirá ver la realidad tal como es. Muchas personas necesitan ayuda emocional ahora si queremos recuperar la estabilidad pronto y parar una posible epidemia emocional.
Normalmente pensamos en personas que desarrollan trauma y trastorno de estrés postraumático durante eventos terribles, como el estar conectados a un respirador en una tienda de campaña rodeado de personas muriendo, o a un médico que tiene varios pacientes muriéndose bajo su cuidado, o a una familia perdiendo a varios seres queridos. Pero, ¿son esos casos de emergencia los únicos que están produciendo trauma durante la epidemia del coronavirus?
A algunos les resultará injusto comparar el sufrimiento de un profesional médico que trabaja directamente con personas infectadas con el sufrimiento de aquellos que tienen el privilegio de permitirse el aislamiento o que escaparon de ciudades como Nueva York buscando seguridad y comodidad. Pero estos son momentos de considerar el sufrimiento y la vulnerabilidad de todos. La traumatización tiene que ver con nuestra evaluación subjetiva del peligro, más que el riesgo real de morir. En este momento, las personas de todos los ámbitos temen por sus vidas y las vidas de sus seres queridos, a la vez que sufren la idea de que no sobrevivirán, no en términos de vida o muerte, sino en términos de poder continuar viviendo sus vidas de la misma manera que solían hacerlo.
La supervivencia es la continuación de la vida o de la existencia, y es probablemente la prioridad número uno de nuestro cerebro. ¿Lo es también para nuestra "mente"? Si tuviéramos la oportunidad de decidir entre seguir con vida a cualquier costo y ser felices, ¿qué crees que elegiríamos? Investigadores han demostrado que las personas valoran la felicidad sobre el dinero, el poder o el éxito (Whillans, A. et al, 2019), y que asociamos la felicidad principalmente con tener buenas relaciones (Waldinger, R. 2015) y estar saludable física y emocionalmente (Kubzansky). Si tenemos la capacidad de elegir entre varias opciones, podemos tomar decisiones basadas en lo que más valoramos. Pero si ocurre un evento extremo como una pandemia —que pone en peligro nuestra situación y pone nuestras vidas en riesgo— la "felicidad" puede ser menos relevante que el garantizar la continuación de la vida. En términos de supervivencia, el cerebro domina a la mente, y la supervivencia se vuelve más importante que el bienestar, no porque así lo elegimos, sino porque nuestro cerebro y sistema nervioso deciden por sí mismos (el cerebro es parte del sistema nervioso). Y ahí es cuando puede comenzar la traumatización.
La traumatizaron ocurre porque hay un mecanismo que actúa sin nuestro consentimiento, generando todo tipo de cambios en el funcionamiento ordinario si nuestro cerebro interpreta nuestro miedo como una indicación de que existe la posibilidad de "no lograrlo", no solo el mantenerse con vida, sino también mantener un status quo de salud, posición social, familia, trabajos, activos, libertad, autonomía, estabilidad, etc. Cuando digo "actúa sin nuestro consentimiento", quiero decir que actua automáticamente a menos que lo detengamos voluntariamente. Tomar conciencia de estas reacciones no consensuales puede evitar que se intensifiquen y nos perjudiquen.
Cuando sentimos miedo al evaluar subjetivamente el riesgo que enfrentamos, —como cuando escuchamos la palabra coronavirus y hacemos una conexión automática con el sufrimiento, la pérdida y la muerte— nuestros mecanismos de supervivencia innatos desencadenan una serie de respuestas con el único propósito de mantener nuestro sistema en funcionamiento. De hecho (y me disculpo por la ironía), lo que está causando muertes en este momento en la pandemia no es el coronavirus directamente, sino las consecuencias provenientes de que nuestro sistema inmunológico intenta detener la multiplicación del virus. La Dra. Yoko Furuya, especialista en enfermedades infecciosas del Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia, explica que cuando el COVID-19 ataca a alguien, la respuesta del sistema inmunológico a este invasor puede destruir el tejido pulmonar causando inflamación y terminando en neumonía. De manera similar, la respuesta de supervivencia de nuestro sistema nervioso autónomo puede causar una serie de modificaciones que terminarán enfermándonos emocional y psicológicamente, y el resultado final es podría ser TEPT. La neumonía pone en riesgo la vida de una persona a menos que haya ayuda, oxígeno, medicamentos, hidratación, etc., para evitar el colapso de los pulmones y otros órganos. De manera paralela, el estrés y el miedo nos mantienen en modo de supervivencia a menos que desarrollemos conciencia, recuperemos nuestras capacidad de toma de decisiones, practiquemos técnicas de regulación, etc., y evitemos que nuestro sistema se colapse y se desarrollemos un desorden emocional.
Permítanme explicar lo que significa estar modo de supervivencia con ejemplos: si entramos en modo de supervivencia, mantenemos nos mantenemos en un estado de alerta permanente y agudo con el fin de identificar rápidamente cualquier tipo de riesgo. Una de mis clientes, Kathy, una científica muy inteligente de unos 40 años que esta respetando la cuarentena en aislamiento, mencionó que ha comenzado a escuchar ruidos día y noche, como si hubiera algo allí, listo para atacarla. Cada pequeño sonido la asusta. Así de ilógicos son nuestros mecanismos de supervivencia; incluso cuando Kathy sabe que es imposible "escuchar" a los virus, su sistema nervioso está activando su sentido del oído para cualquier peligro posible incluso mientras duerme.
De manera similar, el insomnio generalizado y la falta de concentración que sufren muchas de las personas está relacionado con la activación excesiva del sistema de alerta: el cerebro asigna más energía a las partes del cerebro que nos preparan para detectar y enfrentar el peligro, tomando esa energía de partes del cerebro que considera de menor valor en esos momentos, como las partes que usamos para pensar, tomar decisiones racionales, evalúar el peligro, controlar nuestros impulsividad y tienen empatía. En lugar del uso normal, el cerebro asigna esa energía para producir hormonas y alteraciones que nos hacen capaces de reaccionar mas rápidamente, lo que en este momento de coronavirus se traduce en un aumento de la ira y la ansiedad, algo que ya podemos ver en el aumento de la violencia doméstica, o en el deseo de muchos escapar a un lugar diferente. La gente todavía está tomando vuelos y consumiendo sustancias para olvidar, escapar o relajarse, celebrando reuniones, incluso cuando al hacerlo, están aumentar las posibilidades de contraer el virus. La supervivencia y la lógica no actúan juntas.
Las pesadillas son otro síntoma claro del proceso de traumatización en el modo de supervivencia. Las pesadillas se manifiestan porque el sistema nervioso se asegura de que recordemos o imaginemos esas horribles escenas y circunstancias que amenazan nuestras vidas, para asegurarnos de seguir luchando por la subsistencia. Los sueños de Frank de ver su casa en ejecución hipotecaria están ahí solo para asegurarse de que no olvide que podría perder su casa si no paga su hipoteca. Al cerebro no le importarta menos la situación del mercado financiero, solo le importa que Frank esté súper alerta para no perder lo que para él representa seguridad.
Si ese tipo de activación —la famosa respuesta de luchar-huir— no se considera suficiente para hacer desaparecer la sensación de peligro, y nos mantenemos con miedo, ansiosos y emocionalmente abrumados, el sistema nervioso continuará adaptando nuestra forma normal de operar y sentir. Cuando vemos una foto del Dr. Fauci cubriéndose la cara con incredulidad de lo que Trump dice durante sus reportes del coronavirus, podemos sentirnos impotentes y considerar la posibilidad de terminar en manos del virus y morir en el pasillo de un hospital sin ventilador o de un médico para ayudarnos. Esa estado de excesiva preocupación sigue enviando un mensaje al cerebro que dice: eres incapaz de controlar la situación. El cerebro interpreta ese estado como una instrucción para seguir haciendo cambios asumiendo que los anteriores no fueron suficientes para mantenerlo fuera de peligro.
Los síntomas depresivos aparecen justo después de alcanzar ese nivel de impotencia: los cambios como la producción interna de opioides para reducir el dolor, la desaceleración de la funcionalidad básica como la digestión o el deseo sexual, el adormecimiento de las emociones para evitar el sufrimiento, etc., terminarán haciendo que nos sintamos desmotivados, sin esperanza, apagándonos y dejándonos sin energía. Estos son solo síntomas de depresión, no la enfermedad en sí, pero esas emociones se suman a la ira y la ansiedad que ya se tenían, volviéndonos locos y haciéndonos sentir perdidos. Nuestra tolerancia se ve altamente comprometida y comenzamos a reaccionar de manera impredecible, principalmente porque nuestro cerebro emocional domina nuestro cerebro racional en forma extrema. Si la cascada de reacciones continúa, podemos terminar enfermos incluso físicamente; cuando nos sentimos agotados, lo que estamos experimentando la extinción de nuestros recursos internos, los recursos que nos normalmente nos ayudan a funcionar como de costumbre. Si no detenemos la cascada y no damos espacio para que nuestro sistema se recupere, nuestro cuerpo, junto con nuestro sentido de identidad, también colapsará. El TEPT será entonces la nueva forma de funcionar de nuestro sistema nervioso. Seguiremos viviendo en modo de supervivencia indeterminadamente.
¿Cómo podemos evitar que esto suceda? Hasta ahora he dado todas las malas noticias sobre cuán primitivos pueden ser nuestros mecanismos de supervivencia. Pero ahora necesitamos hablar sobre las buenas noticias: nuestro cerebro también tiene mecanismos extremadamente sofisticados para fortalecernos, motivarnos y mantenernos seguros y prósperos.
El compromiso social es el primer recurso de nuestro sistema para evaluar la seguridad y sentirse a salvo. Si entramos en contacto con un humano, nuestro sistema nervioso se calma y los mecanismos de supervivencia no anulan nuestra voluntad. El aislamiento que se ha impuesto, especialmente en ciudades como Nueva York donde tanta gente vive sola, está haciendo que este valioso recurso no esté disponible. Pero estamos viviendo en tiempos privilegiados donde tenemos muchísima tecnología para ayudarnos. Uno de los mecanismos sofisticados de la parte menos primitiva de nuestro cerebro es la imaginación. Podemos “imaginar" y sentir la calidez de nuestras conexiones sociales a través de la pantalla, lo que hará que el sistema nervioso se relaje y que el miedo disminuya.
También tenemos la capacidad de dirigir energía de regreso a las partes que necesitamos usar para calmarnos (en lugar de los otros lugares donde nuestra energía puede ir, como describí anteriormente). Si estimulamos nuestro cerebro racional con un pensamiento positivo, con evaluaciones realistas, con convicción de poder alcanzar resultados esperanzadores (incluso si solo se lo imagina por ahora), el "modo de supervivencia" se detendrá porque el cerebro creerá que estamos bien y que las cosas van mejorando.
También podemos usar nuestro raciocinio, determinación y voluntad para detener y anular las respuestas primitivas de supervivencia. Podemos decidir tolerar la incertidumbre y controlar nuestra ansiedad, por ejemplo, reduciendo la cantidad de noticias que vemos o leemos, apreciando los aspectos positivos de nuestras vidas y enfocándonos en lo que nos hace sentir mejor. Necesitamos rodearnos de rostros que transmitan cuidado y confianza, y que brinden palabras reconfortantes. No necesitamos ver la cara de un periodista que está tratando de vencer a la competencia exagerando la información de la situación, sino la cara de una persona serena que es más resiliente y que no ha permitido que el mecanismo de supervivencia gobierne su vida, incluso si es la cara de un actor en una película romántica lo mejor que podemos encontrar; la cara de un terapeuta es una de las mejores opciones.
Este es el momento de desarrollar resiliencia, de pedir ayuda, de confiar en nuestra fuerza y en la fuerza de los funcionarios electos, de los médicos, de la sociedad. Este es el momento de lograr controlar nuestros pensamientos y emociones, y de aprender a controlar las reacciones ilógicas de nuestros impulsos primitivos.
Todavía sufrimos las respuestas de nuestro cerebro evolutivo en torno a la supervivencia y el miedo. Incluso cuando los tiempos son fáciles, el cerebro primitivo puede hacerse cargo de nuestras vidas. La situación que estamos viviendo hace aún mas difícil evitar que eso suceda. Pero siempre tenemos una opción porque nuestro cerebro evolucionado es capaz de comprender esperanza y confianza. Podemos salir de esta situación más fuertes, motivados por nuestra necesidad inmediata de sentirnos mejor. Al trabajar en ello, podemos salir de esto más fuerte que nunca. No será fácil, pero es mejor comenzar el esfuerzo ahora para detener la traumatización a largo plazo, para que podamos estar más disponibles para ayudar a aquellos que actualmente padecen enfermedades físicas y sufren físicamente el coronavirus. Ayudémonos unos a otros ayudando primero a nosotros mismos.
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